Pasó un buen rato, el móvil sonó. Contesté “¿aló?”. No hubo respuesta, pero yo sabía que era él. Despues de un rato al fin habló:
–Hola, ¿cómo estás? –dijo en voz baja–.
–Bien, ¿cómo estás tú? –contesté mientras me sentí ridícula, tonta, insegura–.
–Bien, ¿qué harás mañana?
God! ¿Tenía que preguntarme eso? –pensé–. Nada –conteste sin darle importancia–.
–Ahm… ¿te parece si desayunamos y te dejo en la universidad?
–¿Vas a venir a recogerme?
–Sí, voy a ir por ti, te recojo a las 9, ¿te parece?
–Tengo clase a las diez –insiste, pensé–.
–Bueno, pero eso se puede solucionar…
–Está bien, te espero lista.
–Ok, hasta mañana.
–Chau –dije de forma cortante–.
–Chau, un beso.
Corté la llamada, me quedé viendo la pantalla hasta que se apagó, la oscuridad se adueñó de mi cuarto de nuevo, el cigarrillo se apago dentro del cenicero qe tenía forma de corazón y el humo se quedó suspendido sobre mi por un momento hasta que poco a poco desapareció. Esa noche no dormí bien, no podía dejar de pensar… “no quiero tenerlo cerca”, “te extraño”, “quiero abrazarte”, “te quiero”... su voz y mis pensamientos se mezclaban en mi mente obligándome a recrear esecenas pasadas, obligándome a pensar en posibilidades, “lo odio”, eso pensé.
Llegó la mañana, gracias a dios fría y neblinosa, gracias a dios perfecta, gracias a dios sin una pisca de sol, con poca luz, con algo de llovizna y con su cielo gris. Me levanté de la cama, busque mi movil, encendí un cigarrillo, había un mensaje, felizmente no es de él, pensé. El mensaje es del chico que conocí hace algunas semanas en el bar, siempre me escribe, me desea un buen dia, me alegra las mañanas, me alegra los dias, me hace sentir especial, me hace sentir cursi, me hace sentir algo raro en la barriga, se me pasó como una hora pensando en el chico del bar, del malecon, de los mensajes, de los paseos, de las amanecidas. Me levanté apuradísima de la cama, me metí a la ducha, me arreglé el pelo, me puse un jean azul y un polo floreado con escote, unas balerinas y una cinta en el cabello, le envié un texto para avisarle que estaba lista, odio esperar, odio esperarlo a él, odio todo lo que viene de él y sin embargo acepté desayunar con él, a veces no me entiendo.
Él llegó, a la hora exacta, me conoce. Sabe que odio que se demore, por eso me encanta, porque sabe quien soy, porque finge que no me conoce, porque me engaña, porque se engaña, porque me quiere. Salí de mi casa, oliendo a ‘princesita’, caminé en silencio a su lado, quería que me dijera algo, que me reclame por haber desaparecido, que me detenga y me bese, o que me mire fijamente, pero él no hizo nada.
Llegamos a la cafetería, pedí un expresso doble, el pidió capuccino, cuando estaba a punto de abrir la boca sonó su movil se levantó de la mesa, me hizo una seña con la mano y se alejó para contestar. Regresó. No dije nada. Hubo otro silencio que él interrumpió.
– ¿Qué tal te han tratado estos días lejos?
–Bien, no me quejo, todo ha estado bastante bien.
–Ah, y entonces, ¿sigues enojada conmigo?
– ¿Tengo que estar enojada? –o sea, hello! Te acostaste con la ex novia de tu mejor amigo al día sigiente de pedirme que sea tu novia. No, para nada, no estoy molesta, pensé.
–No, sólo pregunté, porque tú desaparesciste, no contestabas tu teléfono, y no sé, creí que había hecho algo que te enojó.
–No, todo bien, necesitaba alejarme de todos un ratico.
Se levantó de la silla, se acercó a mi cara y dijo “quiero mi respuesta”, yo no dije nada. En ese momento, sonó mi móvil, era el chico del bar y sentí mariposas en la barriga, corriente en el cuerpo, las manos me temblaron, me levanté de la mesa, caminé lejos. Contesté.
–Quiero verte –dijo él–.
–Perfecto, esta noche en la barra del bar. Nos vemos. –conteste sin siquiera pensarlo–.
–Mostro, nos vemos.
Regresé a la mesa, terminé mi desayuno, el me dejó en la universidad, se fue sin decir nada. Esa noche salí con el chico del bar, creo que me gusta, creo que me fascina, creo que quiero amanecer a su lado, creo que me estoy enamorando.
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