miércoles, 3 de julio de 2013

Dos Semanas para amarte

Dos semanas para amarte, dos semanas para perderte.



"Y en el baño de un bar,
sellaron todo con un beso..."
(En un café, Fito Páez)



Dos semanas. Dos semanas desde la última vez que me atreví a besarla. Esa noche había sido especialmente larga y oscura, las estrellas brillaban y parecían estar esperando por aquel beso robado, el ambiente estaba impregnado de un olor a nicotina y hierba y yo estaba feliz. El viento hizo de las suyas y obligo a la pequeña a acercarse más a mí. Y yo, idiota, quise portarme mal con ella, llevármela a un motel barato y olvidarla en la mañana, pero no pude. Así que me quede viéndola a mi lado en la fría banca del parque.

La primera vez que salí con la chica de ojos freezados fue una tarde de esas bonitas que hay en otoño, donde las hojas se funden en el dorado de la luz del sol y sus ojos se ven especialmente azules. No pasó nada, ni siquiera hubo un beso que me diera esperanza, solo su sonrisa, que me había engañado haciéndome creer que era por nerviosismo que se reía, hasta que descubrí que ella solo jugaba su juego, que no era yo quien iba ganando la partida, que ella me llevaba ventaja y que sabía lo que hacía, que no se iba a dejar vencer por alguien como yo y que yo jamás iba a tener una oportunidad con ella, hasta que paso en el San Valentín del año en que nos graduamos de la universidad, ella iba de fiesta y yo igual, nos cruzamos en un bar espantados de tanto romance, odiando a cupido y buscando aferes para no despertar solos, así nos amamos por primera vez, en un bar, como dice Páez en una de sus canciones…

Dos semanas después de aquello vino el romance más libre y curioso que jamás viví en mi vida donde todo era natural, esporádico, intenso, sin preguntas ni respuestas, sin citas ni celos, hasta que ella pareció querer algo mas y yo no pude darle estabilidad, así que huí y ahora entiendo que en realidad me enamore, que quisiera ser yo el que le lleve rosas al trabajo, el que le cante con voz ronca y quien le robe besos que ella quiera regalarme.

Dos semanas. Dos semanas el tiempo que demore en perderla para siempre. Dos semanas, el tiempo que ella demoro en echarme de menos y botarme al olvido. Dos semanas que me costaron más de lo que puedo pagar ahora. Nunca en el tiempo que estuvo a mi lado me pidió algo, sin embargo yo no pude darle algo que la hiciera aferrarse a mi, ni descubrir los misterios de su vida.

Dos semanas. Dos semanas el tiempo que ella demoro en llamarme y decirme que no le venía. Dos semanas más que yo demore en pensar y ella uso para olvidar. Dos mas las que me tarde en devolverle la llamada y dos más las que ella se negó a verme hasta la noche que irrumpí en la tranquilidad de sus sueños, borracho, triste y sin dignidad como un perro, con el sombrero en la mano y pidiendo perdón, rogando por una oportunidad. Dos semanas en las que alguien más había logrado llenar aquel vacío que yo deje en sus ojos y dos más las que tardo en enamorarla y hacerla suya, tan suya que cuando yo volví reclamando por aquello que fue mio ya no me pertenecía y dos minuto de su silencio para entender que ella ya no era mía.

-porque no puedes darme otra oportunidad?
-tu y yo no podemos estar juntos Dani, tu no eres estable y me da miedo que desaparezcas.
-de verdad estoy enamorado de ti, quiero intentarlo, llevarte de paseo, traerte flores, ir a cenar juntos…
-es tarde.
-porque? Apenas han pasado un par de semanas…
-un par de semanas desde que yo te llame, pero más de dos meses desde que te fuiste.
-hay alguien más, no?
-no es esa la razón, tu y yo no buscamos lo mismo.
-es un no?
-lo lamento.
-al menos dime porque?
-porque tengo novio.
-sabía que me olvidarías.
-pasa que siempre creíste que yo estaría esperándote.
-solo necesitaba dos semanas, dos semanas para pensar.
-fue más que eso. Fue todo lo que no dijiste y lo que dijiste también.
-lo lamento mucho.
-yo también, pero es tarde, tengo que irme ya…
- no te vayas.
-lo lamento, no puedo quedarme más tiempo aquí.

Se levantó de la banca del parque y camino en dirección a su casa, yo fui tras ella y le robe un beso, ella se quedó estática y solo dijo “no lo vuelvas a hacer” y desapareció de mi vista.

Pasaron dos semanas más, en las que una que otra noche amanecí sentado frente a su casa, esperando que salga, quizá resulte, esta vez no he bebido. La veo salir, está sonriendo, pero alguien más va con ella y la toma por la cintura, pasa su mano por su trasero y la besa. Es tarde. Ya perdí, es mejor que me vaya.



Esta historia es una canción:
En un cafe, Fito Paez.

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